El Parque Ribalta constituye una de las zonas más representativas de la capital de la Plana. Su configuración parte del último tercio del siglo XIX cuando Castellón inicia tímidamente, un despliegue hacia la industrialización que se impone en toda la región y que no llega a arraigar con fuerza, manteniéndose las tradicionales actividades del artesanado.

En 1868 se inaugura el tramo de ferrocarril Valencia – Sagunto – Castellón, y la burguesía agraria que regía los destinos de la ciudad, se apresta a desplegar un aparente “escenografía forestal” en lugar cercano a la estación ferroviaria que muestre a los visitantes todo el poder económico de su estamento, como antesala de la gran capital que ellos deseaban establecer.

Es en 1868 cuando el ayuntamiento decide construir un paseo que llevaría el nombre del pintor Ribalta, encargándosele al ingeniero de caminos D. Lluís Alfonso la redacción del proyecto y el diseño de los jardines, a modo de jardín romántico inglés.

Se planteó dentro de un contorno triangular, adosado al antiguo paseo-carretera de Morella que se prolongaba casi un kilómetro en línea recta hasta la rotonda inmediata al puente del río Seco. La traza de andenes y macizos es la misma conservada hasta hoy. Contiene inscritos dos círculos comunicados por una recta avenida. El círculo de mayor tamaño era una pérgola y un estanque en el centro; en su lugar, hace ya unos años, se construyó un edificio circular. La otra rotonda conserva la estatua de sedente del pintor Ribalta (pintor catalán que entonces se suponía hijo de Castellón). La avenida central, así como otros lugares del parque, se halla decorada con elegantes bancos de cerámica.

En 1876 el Ayuntamiento decidió llevar a cabo la ampliación o segunda fase del parque del Ribalta. El nuevo paseo, cuya superficie es la de un cuadrado de 200 metros de lado, fue trazado también por el ingeniero D. Lluís Alfonso, en colaboración con D. Salvador Fors y el jardinero Francesc Tirado. El eje lo constituye la gran avenida que lo atraviesa diagonalmente y que en su mitad se abre en una gran plaza de la que irradian otras avenidas que enlazan con los amplios andenes exteriores. En las parcelas interiores aparecen senderos con vericuetos; los románticos “paseos de filósofo” o “maranyetes”. Impulsor de la segunda fase fue Domingo Herrero, entonces concejal y luego alcalde de Castellón. Ambos paseos, el viejo y el nuevo, quedaron unidos cuando el desvió de la carretera de Morella dio lugar al paseo de coches.

Un obelisco proyectado por Francesc Tomàs Traver e inaugurado en 1898, instalado en la plaza central del parque, recuerda las jornadas del 7, 8 y 9 de julio de 1837 cuando la ciudad resistió los ataques carlistas en la primera guerra civil. Embellece el conjunto una balaustrada que, decorada en su parte baja con cerámica, respalda el banco circular que rodea la rotonda. Dicho obelisco fue destruido en 1932, y rehecho en 1980.

Poco antes de 1920 se trazaba el gran estanque, y en 1934 se erigía el templete de música, obra de Francesc Maristany. Se alza el templete sobre un pódium con 16 columnas geminadas con capital corintio que sustentan una cúpula de media naranja que no se refleja en el interior. Lleva bajo relieves inscritos en paneles representando figuras en movimiento e instrumentos de percusión, bajo los cuales hay esculpidos nombres de músicos españoles contemporáneos.

Finalmente, diversos monumentos se encuentran esparcidos por el parque. Junto al templete, busto de Tárrega en Bronca, de Adsuara, y busto de Vicente Castell, también en bronce, de Octavio Vicent. Junto a la antigua rosaleda, hoy parque infantil, monumento al Año Internacional del Niño de 1979, en chapa metálica. Junto al estanque podemos encontrar un monumento a Domingo Herrero, de Tomás Colón Bauzano.

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